No me asustan
los desvíos, los puentes,
sólo quiero seguir
acercándome, acercándome
puedo encontrar ese paraíso
acercándome, acercándome
—Soda Stereo, En camino
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La Crítica de la Razón Pura en el cauce seco del río.
V. Camino a Xantiopan
Un par de kilómetros es la distancia que hay entre la presa de la Cruz Pintada y Huautla. Los recorrimos por la mañana, luego de que los burros nos levantaran a rebuznos. La bajada hacia el barranco seco está justo enfrente del restaurante abandonado que domina la presa, a un costado del estacionamiento. Por ahí bajan y suben los ejidatarios, campesinos y pescadores que vienen a la presa a colocar trampas para cazar mojarra y langostino, que luego llevan a vender a Huautla y otros pueblos cercanos.
En cuanto al restaurante, ignoro quién y cuándo lo construyó, y por qué lo abandonaron. Es un edificio muy bonito, con un sistema de andadores que permiten apreciar los alrededores, así como la presa misma. En la parte de enfrente hay unas escaleras y, junto a ellas, tres jaulas en las que, pienso, exhibían algunas de las especies protegidas de la reserva de la biosfera. Celebro que ya no funcionen más pero al mismo tiempo lamento que esas mismas especies estén en mayor peligro debido a la ausencia de financiamiento para los proyectos de conservación.
A un costado de la presa hay una serie de casas que, según escuché, fueron construidas como parte de un proyecto de este tipo, pero también están desocupadas. Entre estas casas y el restaurante hay un camino que lleva hacia la parte superior de la presa, así como un andador que desciende hasta el pequeño lago, a manera de muelle.
Bajamos, pues, por el barranco. Antes de entrar a Huautla hay otra pequeña presa, muy antigua, y junto a ella, un establo donde se resguardan los caballos que utilizan para las carreras que se realizan en estos días. Todo el pueblo estaba ahí. Los que faltaban seguramente habían ido a comprar cervezas para bajar el calor mientras disfrutan de las competencias ("parejeras").
Llegamos a Huautla antes del medio día. Almorzamos tlacoyos con crema y salsa picante. Esperamos a que el alimento se asentara bien en la panza e iniciamos la rodada hacia Xantiopan (le llaman Xantiopa, Santiopa, etc.). Son diez kilómetros de duro pedaleo en ascenso, con tramos sin pavimentar no aptos para principiantes.
Llegamos a un pueblo fantasma: todos andaban en alguna celebración de la semana santa. En la plaza principal del pueblo están la ayudantía, la primaria y una tienda, que no es la única por cierto. Insistimos en la tienda y finalmente apareció la dueña. Le preguntamos por comida y se ofreció a prepararnos algo: huauzontles con queso, picosos y deliciosos.
Terminando de comer bajamos a los corrales de vacas, rumbo a una pequeña presa que sirve de bebedero para el ganado. Pasamos ahí la tarde, remojándonos y viendo pasar las horas como lo harían las miles de vacas que pueblan la sierra. Por cierto que también hay chivos, gallinas, guajolotes, patos y otras especies de corral que proveen el sustento a los habitantes de la región.
Al caer la tarde volvimos al pueblo y tocamos a la puerta de una humilde vivienda para pedir permiso de instalar las tiendas de campaña en el patio. Antes consultamos con el ayudante del pueblo para que nos dejara acampar en el patio de la primaria pero, como eran vacaciones y estaba cerrado, no fue posible hacerlo. En la casa nos dieron permiso, un viejo ganadero y su esposa, cuyos hijos se encuentran en Estados Unidos y otros lugares donde tienen mejores perspectivas de vida.
En el traspatio de la casa había gallinas, un burro, un caballo, algunas vacas y un chivo. Todos en armonía se encargaron de despertarnos muy temprano a la mañana siguiente, cuando partiríamos de regreso a Huautla, pedaleando, y de ahí en autobús primero hasta Jojutla y finalmente a Cuernavaca.
Un par de kilómetros es la distancia que hay entre la presa de la Cruz Pintada y Huautla. Los recorrimos por la mañana, luego de que los burros nos levantaran a rebuznos. La bajada hacia el barranco seco está justo enfrente del restaurante abandonado que domina la presa, a un costado del estacionamiento. Por ahí bajan y suben los ejidatarios, campesinos y pescadores que vienen a la presa a colocar trampas para cazar mojarra y langostino, que luego llevan a vender a Huautla y otros pueblos cercanos.
En cuanto al restaurante, ignoro quién y cuándo lo construyó, y por qué lo abandonaron. Es un edificio muy bonito, con un sistema de andadores que permiten apreciar los alrededores, así como la presa misma. En la parte de enfrente hay unas escaleras y, junto a ellas, tres jaulas en las que, pienso, exhibían algunas de las especies protegidas de la reserva de la biosfera. Celebro que ya no funcionen más pero al mismo tiempo lamento que esas mismas especies estén en mayor peligro debido a la ausencia de financiamiento para los proyectos de conservación.
A un costado de la presa hay una serie de casas que, según escuché, fueron construidas como parte de un proyecto de este tipo, pero también están desocupadas. Entre estas casas y el restaurante hay un camino que lleva hacia la parte superior de la presa, así como un andador que desciende hasta el pequeño lago, a manera de muelle.
Bajamos, pues, por el barranco. Antes de entrar a Huautla hay otra pequeña presa, muy antigua, y junto a ella, un establo donde se resguardan los caballos que utilizan para las carreras que se realizan en estos días. Todo el pueblo estaba ahí. Los que faltaban seguramente habían ido a comprar cervezas para bajar el calor mientras disfrutan de las competencias ("parejeras").
Llegamos a Huautla antes del medio día. Almorzamos tlacoyos con crema y salsa picante. Esperamos a que el alimento se asentara bien en la panza e iniciamos la rodada hacia Xantiopan (le llaman Xantiopa, Santiopa, etc.). Son diez kilómetros de duro pedaleo en ascenso, con tramos sin pavimentar no aptos para principiantes.
Llegamos a un pueblo fantasma: todos andaban en alguna celebración de la semana santa. En la plaza principal del pueblo están la ayudantía, la primaria y una tienda, que no es la única por cierto. Insistimos en la tienda y finalmente apareció la dueña. Le preguntamos por comida y se ofreció a prepararnos algo: huauzontles con queso, picosos y deliciosos.
Terminando de comer bajamos a los corrales de vacas, rumbo a una pequeña presa que sirve de bebedero para el ganado. Pasamos ahí la tarde, remojándonos y viendo pasar las horas como lo harían las miles de vacas que pueblan la sierra. Por cierto que también hay chivos, gallinas, guajolotes, patos y otras especies de corral que proveen el sustento a los habitantes de la región.
Al caer la tarde volvimos al pueblo y tocamos a la puerta de una humilde vivienda para pedir permiso de instalar las tiendas de campaña en el patio. Antes consultamos con el ayudante del pueblo para que nos dejara acampar en el patio de la primaria pero, como eran vacaciones y estaba cerrado, no fue posible hacerlo. En la casa nos dieron permiso, un viejo ganadero y su esposa, cuyos hijos se encuentran en Estados Unidos y otros lugares donde tienen mejores perspectivas de vida.
En el traspatio de la casa había gallinas, un burro, un caballo, algunas vacas y un chivo. Todos en armonía se encargaron de despertarnos muy temprano a la mañana siguiente, cuando partiríamos de regreso a Huautla, pedaleando, y de ahí en autobús primero hasta Jojutla y finalmente a Cuernavaca.
La parota que domina el paisaje de la presa de la Cruz Pintada.
Tienda en Huautla.
El reloj del zócalo de Huautla.
Ayudantía Municipal Santiopa.
Pequeña presa donde abreva el ganado del pueblo y nadan los ciclistas desorientados.
Dicen
en Xantiopan que atrás de esa inmensa sierra está Axochiapan, y que son
como ocho horas de camino a lomo de mula o en bici. Les creo.
Simpático
semental encargado de atender a un centenar de vacas que andaban por
ahí. Afortunadamente estaba del otro lado de la cerca.
Atardecer en Xantiopan, frente a la ayudantía del pueblo y su árbol majestuoso.
La Crítica de la Razón Pura en la primaria de Xantiopan.
En algún lugar de la Sierra de Huautla.
