El río

on miércoles, 19 de octubre de 2022

And know one day I'll see you all

Farther down this river

To a place we’ve never, ever known, no

Tonight our son will finally know the sound of love delivered

To its hidin’ place beneath the winter snow

And I thank the sun for shining that light.


Fiya Wata
, Edward Shape & The Magnetic Zeros

21/12/2021. San Juan de los Ríos, Puebla (México), 2021.

 
 
Voy bajando felizmente por una carretera sinuosa al atardecer. La bicicleta se desliza sobre el pavimento sin esfuerzo, bajo mi control, en dirección al río. No podría decir que he venido sufriendo, porque en general el camino ha sido un movimiento ondulatorio constante que me ha hecho subir y bajar, una y otra vez, sobre la escamosa piel de Cipactli.

La primera subida la encontré al llegar a Tlancualpican, un pueblo junto al río Nexapa, rebasando el límite entre los estados de Morelos y Puebla, México. Estando ahí hace unas horas, me detuve en el puente sobre el río a mirar abajo como una familia, una pareja de ancianos y un hombre joven, pasaban la tarde junto al cauce de agua fría que baja directamente del Popo. La señora de pie junto a la orilla, usando un palo como bastón, tras ella el hombre joven exprimiendo un trapo, tal vez ropa, y sentado en el piso detrás de ellos el hombre mayor, leyendo un periódico o revista. Aunque es común encontrar gente nadando o lavando ropa, no recuerdo mucho esta escena al pasar cerca de un río en éste o en viajes anteriores.
 
Me dieron ganas de bajar, pero el pensamiento racional, calculador, se apoderó de mí: eso implicaba descender varios metros con bicicleta cargada y después tener que subirla, además de perder valiosos instantes que quizá serían de mucha utilidad más tarde, en algo “más importante”, así que sólo observé y tomé un par de fotos, sin lamentarlo. Sin embargo, el espíritu contemplativo nunca me suelta: siempre es agradable detenerse a ver el discurrir del agua, así en silencio, dejándose arrastrar por el murmullo y las formas de la corriente, ahora existiendo y un segundo después diluyéndose en un movimiento eterno e infinito. Y ya dándome el lujo de ponerme metafísico recuerdo a Hesse, quien dice en Peter Camenzind que el lenguaje de Dios suena con fuerza en la majestuosidad de la naturaleza, lo cual quiere decir que esa voz, más que un susurro, sería un estruendo. Y pienso que sí, un estruendo pero no por el tono, sino por la infinita grandeza de aquello que dice. 
 
Mientras observo el devenir de la corriente recuerdo que, junto al Balsas, en otro viaje por el estado de Guerrero, alcancé a notar desde la altura del puente una camioneta tipo Jeep y personas deambulando a las orillas, en dirección a Mezcala, mientras tomaba una foto y descansaba antes de continuar a la siguiente etapa del viaje. Antes de llegar ahí me topé con el Chalma, que discurre cerca de Puente de Ixtla, en Morelos; pero aunque había abundante vegetación en las inmediaciones no me motivó lo suficiente como para salirme de la carretera a pasar una tarde bucólica junto a sus aguas. Varios cientos de kilómetros más abajo, al otro lado del Balsas, vi otro río pequeño llegando a Zumpango, algunos escurrimientos de agua pero nunca propiamente un río al pasar cerca de Acahuizotla, y casi al último el Papagayo, saliendo de Tierra Colorada un día después.
 
En lo poco que llevo de viaje hasta ahora seguramente me he cruzado ya con varios, pero el Nexapa es el primer río importante que aparece en mi camino. Ayer vi uno a la entrada a Xalostoc, todavía en Morelos, viniendo de Tenextepango. Un puente donde bien pudiera verse a un hombre a caballo seguido por dos perros, a otro jalando una mula cargada con dos atajos de rastrojo o milpa, uno más empujando una bicicleta porque la subida está pesada, y por si fuera poco un carro, todos en un misma escena, cruza sobre un pequeño y triste río que algunos kilómetros abajo se conecta con el de la Cuera y eventualmente con el Cuautla, de mayor tamaño. 
 
Pedalee un poco de subida para entrar a Tlancualpican. Atravesé el pueblo y bajé del otro lado. Comencé a subir nuevamente a una planicie con un ligero declive, en línea recta como se acostumbra en las planicies, que continuó hacia el oriente a partir del entronque a Huehuetlán el Chico. Más adelante me encontré con otra subida en dirección a Chiautla de Tapia, que fue oponiendo cada vez más resistencia para remontarla. El clima cambió definitivamente al subir ahí. Al menos desde que salí de Jonacatepec me acompañó un ambiente no tan caluroso gracias a una nubosidad perenne pero con poca probabilidad de convertirse en lluvia. Por el contrario, ahí arriba había viento fresco y ligero, con mayor vegetación. El cielo era un manto blanquecino salpicado aquí y allá por retazos de color azul pálido.
 
A partir de esa zona se hicieron frecuentes los corrales y el ganado junto al camino, y continuó así muchos kilómetros adelante, hasta la zona de Guadalupe Santa Ana, San Isidro Jehuital y Barranca Honda, ya en los límites con Oaxaca. No quiero decir que después no los hubiera; digamos que del lado poblano es más frecuente ver vacas pastando o sólo existiendo nietzscheanamente junto a la carretera, pero se vuelven poco habituales del lado oaxaqueño. Alguna explicación etnográfica tendrá esta condición diferenciada de las actividades productivas en una misma región, la Mixteca, pero en demarcaciones políticas distintas; quizás una mayor presencia criolla y mestiza en el primer caso y más indígena en el segundo. 
 
Minutos después logré remontar esta pequeña sierra y comenzó un nuevo descenso por varios kilómetros hasta llegar a Chiautla. Luego, para salir de ahí, tuve que subir una vez más. No recuerdo haber visto uno, pero supongo que algún río atravesará o pasará cerca de este poblado de buen tamaño. Como me dijeron unos días más tarde en La Providencia, todos los pueblos de la región se asentaron en las inmediaciones de algún río. En ciertos casos, como ahí mismo, todavía se puede ver el portal en ruinas de alguna hacienda del periodo colonial. Supongo que fundar un pueblo junto a un río fue algo que ocurrió en muchos lugares del país y aún más lejos, pero al menos aquí parece tener absoluto sentido a causa del clima seco y caluroso.
 
En esta tercera subida del día observé junto al camino el letrero de una Unidad de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA), llamada El Zopilote, administrada por la Asociación de Silvicultores de la Mixteca; me detuve cerca de ahí a tomarle una foto al valle de Chiautla, que iba dejando atrás de mí. Ahora imperaba un cielo azul rey, salpicado con hilos de algodón arrastrados por el viento. Eventualmente llegué a la parte más alta del camino y, al rodear el cerro, me encontré de frente con un extenso paisaje de infinitos cerros y cañadas que se extienden hasta donde alcanza la vista y más allá. A través de ellas se abren paso dos ríos que se unen ahí mismo, al pie de un pueblo llamado precisamente San Juan de los Ríos: el Atoyac, que viene del lado poblano, y el Mixteco, que baja desde la sierra de Tlaxiaco, del lado oaxaqueño. De la unión de ambos nace el río Balsas. 
 
Entonces comenzó el descenso. La luz del sol vespertino pintaba de colores ocre las laderas de los cerros, a causa de la sequía. La montaña quedaba a la sombra mientras iba subiendo, pero al bajar el sol caía de frente, bañando la sierra con esa luz festiva del atardecer en las tierras cálidas del sur. Vi el letrero al salir de una curva, prometiendo lo que ya venía atestiguando desde un par de kilómetros atrás. Me detuve a tomarle una foto. Al símbolo del auto inclinado sobre una pendiente parecía salirle fuego del toldo a causa de la luz intensa. Si el pronóstico no falla, en un minuto estaré allá abajo junto al río.
 

Un árbol. Jonacatepec, Morelos (México), 2021.

El río Nexapa. Tlancualpican, Puebla (México), 2021.

El valle. Chiautla de Tapia, Puebla (México), 2021.

Paraíso perdido. La Providencia, Puebla (México), 2021.

   
Cordilleras.  Chiautla de Tapia, Puebla (México), 2021.
  

Arquitectura vernácula. Tlaltizapán de Zapata, Morelos (México), 2021.

    

El descenso. San Juan de los Ríos, Puebla (México), 2021.

 
 
* Texto publicado originalmente en el número 5 de la revista Cicloviaje: https://revistacicloviaje.com/no-5-latitud-revista-cicloviaje/ 

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